Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

miércoles, 5 de marzo de 2014

El jardin

D
on Atilio era un tipo sencillo, disfrutaba  de las pequeñas cosas de la vida y podía decirse que era muy previsor.
Sus amigos más impulsivos, habían elegido para sus retiros, destinos de los más extravagantes, la playa, la montaña,  la cancha de Boca y hasta algún monumento histórico.
Pero el, eligió una parcela orientada al sudeste, donde poder aprovechar el sol la mayor parte del día, prefirió un lugar alejado del tránsito para que el canto de los pájaros acompañara sus horas de descanso.
Ser previsor, significa planificarlo todo con exactitud, y es justamente lo que Don Atilio había hecho, mas su primer estadía en aquel paradisiaco lugar le haría saber que no todo puede ser previsto, ni planeado.
Pensaba comenzar su día con el sol del amanecer despuntando el alba, con el perfume del pasto humedecido con el rocío matinal y el delicado canto de los primeros chuchos.

Más triste fue su desengaño al comprobar que su vecino de la diestra, tenía otras intenciones, el muy desconsiderado, arranco su máquina a explosión para cortar el césped, pronto el humo del combustible mezclado con lubricante le inundo los pulmones y el agudo sonido del escape semejante a un mosquito embrutecido le perforo los tímpanos.
Las horas matutinas iban pasando, y llego a creer que su colindante jardinero pretendía preparar un campo de nueve hoyos.
Trato de no desesperarse ya que siempre que llovió, paro, mas como se equivocaba otra vez, ya que a veces la lluvia se convierte en tormenta, cuenta se dio de esto cuando la jauría de su vecina de la siniestra, prendió los ladridos y los dejo prendidos, ladrando a las aves, a los moscos y hasta a ellos mismos.

Don Atilio era un tipo sencillo, disfrutaba de las pequeñas cosas de la vida y podía decirse que era muy previsor, mas ahora se lamentaba por no haber optado por destinar sus cenizas a algún otro lugar como la habían hecho los impulsivos y extravagantes de sus amigos y no en esta parcelita del jardín de la paz.


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