Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

viernes, 11 de abril de 2014

Conversa de locos

E
ra conocido por todo el barrio como predispuesto para el dialogo y saludador como ninguno. Llevaba años cumpliendo con el mismo ritual vespertino, se sentaba en aquel banco de troncos que había mandado a construir en su vereda y desde allí saludaba a todos los vecinos que tenían su casa como paso obligado al almacén del pueblo.
Ese día se sentía más conversador que de costumbre, tenía ganas de contar o quizás escuchar alguna buena historia. Por lo que se dispuso a encontrar algún buen interlocutor.
El primero en pasar fue Don Gómez, -Eh!!! Don Gómez, ¿cómo dice que le va? Inquirió. –Bien, bien, respondió sin siquiera pararse como de costumbre, ¿habría dejado la leche en el fuego?, se preguntó.
Con Don Pérez, puso en marcha una estrategia más audaz, seguramente él le seguiría el juego, cómo siempre que emprendía una conversación sobre su equipo de futbol. -¿Qué me dice Pérez de ese arquero nuestro?, le andan diciendo Clemente. El viejo vecino, levanto la vista y sin menguar el paso contesto solo con una pequeña sonrisa de lado, siguiendo su camino, como si se le pegaran los fideos.
No entendía porque todo mundo estaba tan apurado, después de todo, empezaba el fin de semana y había tiempo de sobra para cualquier cosa.
Se sentía un poco molesto, por qué no decirlo, nunca había encontrado tanta reticencia a una charla. Sin embargo no claudicaría tan fácilmente. Don Alberto, el esposo de Doña Sofía, aprovechaba cada vez que se hallaba sin su mujer, para decir todo cuanto podía, ya que su señora era bien conocida por la agilidad de su lengua. – ¿Don Alberto, se viene la fresca?, Un “Así parece” al trote, lo dejo con el ánimo por el piso. ¿Qué le andaba pasando a la gente? ¿O acaso seria el, que tenía algo malo? ¿Había olvidado perfumarse con su colonia de pino? Enmarañado en estos pensamientos, escucho el saludo de Don Eustaquio.- Amigo, tanto tiempo sin verlo…

Se levantó de su asiento, resoplando,  se acomodó la faja,  y contesto: -Que quiere, yo ya no ando con tiempo que perder y menos en corrillos de esquina. Se tomó la visera de la gorra como saludando y con media vuelta se metió presuroso en su casa.

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