Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

miércoles, 30 de abril de 2014

El pacto de sangre (Basado en una historia real)

Tomados de la mano salieron a las 23:50 de ese hotel alojamiento ubicado en Palermo. La luz de los faroles callejeros iluminaban sus rostros, el de ella delataban el llanto derramado en una íntima pelea, un momento antes.
La calle, humedecida por el fino rocío, reflejaba sus figuras, el silencio se señoreaba en el lugar.
Desde las sombras surgió la silueta de un hombre, quien se abalanzo sobre la pareja, tomo pequeña cartera a la que ella se aferraba y trato de huir.
El, le cortó la salida, forcejearon, y tres disparos hicieron eco en la fría noche.
La mujer se desplomo sobre la acera, exhalando en profundos estertores los últimos instantes de vida.
Pronto, la escena se convirtió en un pandemónium, policía, ambulancias, transeúntes curiosos y hasta los medios de prensa habían llegado.
El ladrón, había sido apresado y desde el interior del móvil policial gritaba desgarradoramente, entre sollozos su inocencia.
Más tarde, en las oscuras oficinas del destacamento policial, aquel hombre se quebraba ante el indagatorio. Confeso que todo se trataba de un pacto que había sostenido con la mujer, días atrás.
Se habían reunido en un barcito de las cinco esquinas en San Martin, allí  ella lo contrato para simular el atraco frente a su amante, un alto funcionario, quien le había regalado una costosa joya que tontamente había perdido, blanqueando de esa forma la ausencia de la alhaja.
Había recibido doscientos dólares como adelanto, y recibiría dentro de la cartera mil ochocientos más. Todos en la oficina, dirigieron la mirada al accesorio de dama que yacía sobre el escritorio, bastaba revisarla para darle sustento a la increíble historia.

Uno de los agentes vacío el contenido de bolso a la vista de todos y separo uno a uno diferentes objetos, entonces cuando la inverosímil coartada parecía quebrarse, de uno de los pequeños bolsillos extrajo un fajo de billetes, exactamente mil ochocientos dólares.
Todavía desconcertado, el investigador inquirió: -¿Por dos mil dólares estabas dispuesto a matar a estas dos personas?
-Yo no iba a matar a nadie, dijo el reo, -el arma que llevaba solo era para amedrentar, ni siquiera funcionaba, era un antiguo revolver doberman de que pertenecía a mi padre.
Pronto, aparecería en escena el perito, confirmando la inutilidad del armamento. Todos en aquella sala estaban desencajados, con más dudas que certezas, pero en sus mentes rondaba la misma pregunta, si el aprendido no había disparado, ¿Quién lo había hecho?

A poca distancia del lugar el funcionario abordaba un vuelo privado, que en pocos minutos lo sacaría furtivamente del país.

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