Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

miércoles, 27 de agosto de 2014

El hombre gato

“Con el correr de los días, por aquel 1984, la prensa y la voz de la gente comenzaron a llenarse de más y más argumentos. En ellos, lo que en un principio pareció ser una simple fechoría de un loco suelto, entró en el terreno del horror, cuando continuó atacando

S
e despertó bañado en sudor, sentía la lengua pegada al paladar, rugosa, demasiado rugosa. Un ruido agudo profundo taladraba como una broca incandescente su ya extenuado cerebro.
Habían pasado varias horas desde la mordida, aquel contacto violento con el felino que creyó arrollado en la calzada, y que de pronto agradeció su preocupación con una furtiva dentellada.
Se levantó de un salto, no recordaba haber tenido nunca esa agilidad, bebió la leche del ancho pico de la botella, a borbotones, tragaba  y se ahogaba con el líquido blanquecino que se derramaba por el suelo de la cocina.
De vuelta en la habitación, se acerco a la mujer que yacía en la cama, oliéndola bien de cerca, le mostró su presencia. Mordiéndole suavemente el cuello, le comunico sus intenciones. Ella respondió con una caricia en su espalda, ahora cubierta por un bello erizado más grueso y largo de lo normal.
Mientras jadeaba se rendía a las uñas que rasgaban ese fino pijama de seda, no podía resistirse, el placer que él le daba la volvían prisionera.

La amo con fuerza, pero dulcemente, hasta que cayó plenamente exhausta. Ahora la contemplaba desnuda, con esa nueva mirada de ojos brillantes y negras pupilas enclavadas en lo más profundo de la noche.

sábado, 16 de agosto de 2014

Hidrofobia

A
unque en varios países, sobre todo en Asia y África, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) la rabia causaba más de 55.000 muertes por año se la consideraba una enfermedad controlada. La vacunación de perros y gatos (principales vectores) se tenia como la prevención mas efectiva.
Nunca se supo que origino el brote mundial, si la proliferación de animales callejeros hasta cifras increíbles, o la mutación del virus a una cepa mucho más agresiva y con un periodo de incubación considerablemente más breve, lo que dificulto poder aislarlo y sintetizar una vacuna efectiva.
El paisaje de la ciudad sufrió un cambio radical, los perros y gatos habían traicionado la amistad que la humanidad les había brindado por siglos, y se habían convertido en dueños de las calles y los espacios a cielo abierto, feroces e inteligentes, se señoreaban sobre todo en las noches buscando presas.

Durante el día, la concentración de gases tóxicos, otra infructuosa idea para erradicar la plaga, se hacía máxima por lo que para aventurarse al exterior no bastaba proveerse de un traje protector contra posibles mordidas, sino que debía tenerse una máscara.
A veces me pregunto si no nos hemos puesto lo bastante locos como para implementar las soluciones más radicales a costo tal de que el remedio sea peor que la enfermedad, seguramente en algún lugar, alguien este pensado con apagar el sol.

jueves, 14 de agosto de 2014

El ultimo ejemplar

Se habían instalado en este pueblito del interior con la esperanza de poder empezar una vida distinta, lejos de la ciudad y su cultura acelerada.
Quizás otro negocio habría prosperado, pero él había elegido una pequeña librería, un lugar de ensueño, cálido, para quienes gustan de recorrer pisos de madera por el olor y el crujir de tablas bajo los pies, donde cada libro se acuna en un sitio perfectamente propio.

Claro, el público para estos lugares no se amontonaba en la vereda, pero alcanzaba como para subsistir. Él estaba feliz, no tenían grandes lujos, pero disfrutaba de poder estar donde quería, haciendo lo que amaba.
Una mañana como cualquier otra, entro al local un forastero con toda la apariencia de un vendedor de editorial. Se presentó con una sonrisa apacible en el rostro, sin apuro, como disfrutando del momento, y saco de su portafolios cuatro ejemplares de una cobertura color verde viejo, con un símbolo extraño en el centro. Los apoyo sobre el mostrador y dijo – Estos ejemplares son especiales, pertenecen a una impresión única de cinco ejemplares en total, cada uno de ellos guarda un capitulo y todas sus demás páginas en blanco. Ese capítulo es único en cada ejemplar. Hace tiempo busco el quinto libro, dedique mucho tiempo y esfuerzo, pero todo ha sido en vano. Creo que es tiempo de desprenderme de ellos, y dejar la búsqueda en otras manos.
Mientras el librero ojeaba las páginas escritas en finas letras de uno de los libros, Aquel extraño salía por la puerta con la misma sonrisa con la que había entrado, se lo podía ver en fuera del comercio, en la vereda, respirando como liberado, miro hacia adelante y partió.
El hubiese querido preguntar más, incluso quizás reusarse a aquella imposición, pero sin darse cuenta, ya lo había atrapado ese texto tan curioso que había empezado a leer: “Esta es la historia de los tiempos…” seguían caracteres incomprensibles, líneas más abajo: “solo podrá comprenderla quien…”


martes, 12 de agosto de 2014

Poseído

H
acia años había abandonado el sistema, con su nombre había dejado atrás su historia y también su futuro. A cambio, se había hecho dueño pleno de su presente. El decidía, nadie más, él vivía donde y como quería, no le debía nada a nadie, no compraba, no vendía, estaba por fuera de todo circuito del capital.
Le encantaba esa esquina, cerca de esa plaza de añosa arboleda, en la que la ciudad parecía lindar con el bosque. Allí pasaba sus días, sus noches, sin importar el clima, la naturaleza tenía con él un pacto de cuidado tácito.
En sus paseos matutinos, por las calles atestadas de gente cuyas vidas corrían tras el tener, muchos lo miraban de costado, algunos hasta se compadecían de su andrajosa apariencia, pobres locos pensaba.

Que irónico traidor es el destino, no se había dado por vencido, le tendería aun otra trampa. Cuando pasaba por ese antiguo negocio, el despachante sacaba a la calle un viejo sillón para tomar el sol, en deplorables condiciones. Inmediatamente, ni bien sus ojos se posaron en el, su deseo hizo el resto del trabajo, corrompiendo hasta la fibra más profunda de su corazón. Lo quiso, lo quiso para él, para nadie más. Corrió, y en el mismo momento que puso su mano sobre  cuero roto del respaldo, se perdió para siempre.

lunes, 11 de agosto de 2014

La hora vigesimoquinta

E
l despertador chirriaba intermitentemente, los grandes números rojos que anunciaban las 5:00 a.m. iluminaban tenuemente la habitación.
En silencio, para no molestar el sueño de los demás integrantes de la familia, se levantaba y mientras sintonizaba la estación  de radio acostumbrada, preparaba su ropa y se dirigía a tomar un baño.
En la soledad más profunda y fría de aquel momento en que la noche da paso al alba, sorbía su café, repasando mentalmente su agenda.
Tomaba ese tren, ya atestado de cuerpos, con miradas vacías, sumergidos cada uno en sus propios pesares.
Minuto  a minuto, la aguja le marcaba los pulsos de su monotonía, él solo se dejaba llevar, llevar a ningún lado, por esa vida aburrida y sin sentido. No se reprochaba nada, ni siquiera incluso, la autoría de su estado.
Volvía a su hogar tarde a la noche, cuando ya nadie lo esperaba, comía solo, también en silencio, faltaba poco, unos minutos más.
Así ocurría, que cuando el día terminaba para el resto de la humanidad, el ajustaba el reloj, volvía las manecillas atrás, solo una hora, su hora, una hora para ser.

En esos sesenta minutos se daba tiempo para escuchar alguna vieja canción, soñar, anhelar y hasta reír. Era su tiempo, el que robaba noche a noche a un destino sin color. Se permitía una lágrima, al final, antes de volver, una lagrima que se secaba en sonrisa, pronto todo volvería a empezar.

martes, 5 de agosto de 2014

La asamblea

El argumento ontológico o a priori, que afirma que la idea de Dios está implícita en la idea que el hombre se hace de él como perfección suprema, la demostración cosmológica, que se basa en la necesidad de una causa primera, y la fisicoteológica, a partir del orden del mundo que postula un ordenador.

Luego de un breve y doloroso preludio, cuando debía terminar la función y mi ser dejar de ser, descubrí que no había llegado el final.
Me invadió una inmensa alegría al saber de un futuro, pero duro menos de lo que hubiera deseado, ya que el júbilo dio paso al asombro.
¿Quién no se sorprendería?, todos esperamos que el juicio final sea llevado a cabo por el Señor, un único magistrado, una única conciencia. ¿A quién se le ocurriría pensar que el caso lo decidiría un cuerpo deliberante? 
Me pregunto esto y sobre el pucho, me respondo, pero claro que se podría pensar, debería haberlo hecho, está implícito y hasta es lógico, ¿cómo un ser supremo no se daría cuenta de lo imperfecta que es una autoridad única?, de lo rico que puede ser el debate, de que no existe justicia en la unicidad.
Pero claro, sigo reflexionando, fuimos creados a su imagen, y Él es el supremo creador, no sería así si no confiara en su obra y compartiera su poder, quienes mejor que nosotros y él para enjuiciar. 

Me exalta esta verdad, debí inferirla al menos, debí haberla previsto, en las lecturas sagradas, si allí casi está escrita, pero ahora debo tranquilizarme, debo dar alegato, ahora se ante quien, de eso no hay duda, mas ahora lo pienso y me invade nuevamente la duda, otro dilema, tendré que dar cuentas, ya lo sé, pero…¿sobre qué?