Presentación:

« Las palabras con las que nombramos lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos, lo que percibimos o lo que sentimos son más que simplemente palabras. Y por eso las luchas por las palabras, por el significado y por el control de las palabras, por la imposición de ciertas palabras y por el silenciamiento o la desactivación de otras, son luchas en los que se juega algo más que simplemente palabras..»

Jorge Larrosa

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Percepciones

Haec ego non scribo, sed tibi: satis enim magnum alter alteri theatrum sumus
(Epicuro, citado por Séneca)

No estoy seguro de que no haya estado mirándome previamente, en el anden de la estación, quizás incluso antes. Ahora que lo pienso podría haberme estado siguiendo desde que salí de casa; tengo tantas cosas en la cabeza, que a veces no presto atención…
Generalmente evito sentarme, el tren va atestado de gente, y así sería un blanco fácil para los roces y empujones, parece como que quien esta parado, se siente con derecho de transmitir de alguna forma su sufrimiento. Mi posición es definitivamente el rincón, allí aunque más cerca de algunos, es la ubicación mas alejada de la mayoría.
Llegando a la estación de Burzaco empecé a sentir esa mirada acida en el cuello, venia de aquel tipo con rostro cetrino, y olor fuerte a transpiración que tenia a apenas unos metros.
Su mirada me recorría y no hacia ningún esfuerzo por ocultarlo, quizás fuera algún tipo de extranjero degenerado. Apenas podía soportarlo. Asco, asco y rechazo.
Las ventanas permanecían cerradas, conducta coherente con la época invernal que dejábamos atrás. El ventilador se movía muy lentamente, parecía en cámara lenta.
Quizás ese olor, si quizás sus poros eliminaban profusamente el sobrante de aquel vino barato que consumía junto con sus congéneres, que hastío.
Cerca de  la estación Avellaneda, no aguante más, tuve que bajar, harto de esta miseria.


Lo había visto desde que entre en el vagón, parecía tan fresco y despreocupado. Trate de no mirarlo pero su camisa era tan blanca, parecía tan delicada, tan suave. En cambio estas ropas de tela gruesa y rustica me lijaba la piel, pareciera quemarme, pegarse, quizás si me la quitara ahora, arrancaría algún pedazo de dermis.
Luego lo vi incomodo, cansado, hastiado. Pobre infeliz. ¿Cómo no se daba cuenta de esa mancha de sangre en el inmaculado blanco? Era casi imperdonable, y cautivante a la vez, no podía resistirme.
Cruzamos miradas varias veces, este tipo parecía tener algún tipo de interés sexual en mí, no era extraño en estos citadinos.
Unas cuantas estaciones antes de la terminal, baje junto a él, no podía de ningún modo rechazar tamaña propuesta.